¡TAN CORTO EL AMOR Y TAN LARGO EL OLVIDO
POR RAUL MESTRE CASTRO
Hoy he vuelto a esta cabaña, recordando la madrugada aquella en que bajé a la playa; corriendo y gritando con los pulmones, con el corazón, con todo lo que daba mi garganta, llamándola. Pero mi voz no la alcanzó; ella no escuchó.
Hoy he vuelto a recorrer los pocos metros que me separan del mar, pero ya no corro, ni grito. Solo la busco con unos ojos que se pierden en la distancia de un azul infinito.-
Ella se fue después que una madrugada tormentosa, en esta misma cabaña, no se por qué, recordó la forma en que perdió su virginidad. Me contó que cuando acababa de cumplir 14 añitos, se iba caminando para playa. “Tenía los pechos chiquitos, pero las nalguitas paradas y me encanta como lucía, porque se me levantaba un poquito de atrás, y los chicos siempre me echaban piropos”.
La historia comenzó una tarde - dijo- cuando vi a un muchacho y me enamore perdidamente. Era el ser que siempre había soñado, mi ideal y por supuesto el que soñé sería mi primer amor. En ese momento era muy pequeña para expresar lo que sentía por esa persona, pero sentí algo mágico que con ningún otro chico había sentido hasta ese momento.
Un sábado de fiesta fui por el Muelle de Puerto Colombia, a ver la gente bailando un con la esperanza de verlo. ¿Cómo poder olvidar aquella tarde de carnaval recostada sobre las barandas ; observando a los bailarines, hasta que lo vi. Por supuesto estaba muy nerviosa, pero muy, muy contenta al ver que ahí estaba él. Imagino que los ojos me brillaban. Entré al grupo de bailadores y baile. Me miraba, me saludó, hasta que por fin me sacó a bailar. Acepté sin vacilar. No sabía bailar; brincaba, pero no me importó: Le di mi dirección, mi teléfono, en fin, los datos para que me localizara.
Unos días después llegó a la esquina de mi casa, porque supuestamente estaba dando una vuelta con su bicicleta, haciendo un recorrido por mi barrio. Una vez que llegó allí, hablamos, me dio una vuelta, si no recuerdo mal. No recuerdo esos detalles.
A los pocos días me citó para que me encontrara con él en una de las casetas de Prado Mar, me pidió que fuera con mi faldita y al cabo de unos 10 minutos llegamos a un lugar solitario. Estaba sola con él entre los manglares, me dijo que me relajara. Yo tenía la faldita que le gustaba. Sin hablar me tocó, yo no protesté, dejaba que hiciera lo que quisiera. Yo sentía muy rico el contacto de su piel, me encantaba sentir sus manos, acariciando mi conchita por encima de mi tanga, me encantaba la sensación, de sentirme mojadita. Yo también con mi manita le tocaba su miembro de muy buen tamaño, lo sentía caliente y muy duro. Yo ya estaba a mil, solo quería que no sacara su mano, aunque tenía algo de miedo, pero no me importó y dejé que me tocara mi vaginita y me estremecí. Nunca había sentido nada igual y comencé a gemir suavecito.
“Ahora sí Mami, dijo, acuéstate boca abajo sobre la cama” y sin quitarme la falda se subió arriba de mi y empezó a presionar mi conchita suavecito.... que delicia sentirlo presionándome, me dolía un poco. Luego sentí que me la metió y se movía rápido dentro, me encantaba la sensación. Me hacía cada vez más rápido. De pronto sentí un calor que me inundo por completo y así tuve el primer orgasmo de mi vida.
Después no se que pasó. No me volvió a hablar jamás. La frustración fue tremenda, el vacío increíble. Es mas, llegue a pensar que estaba soñando. Intento acordarme de las ultimas palabras, tratando de acordarme que paso?, como fue?, Por que?. Pero no …simplemente se desapareció.
Después de hacerme aquel relato, ella salió de la cabaña, bajó los pocos metros que nos separan de la playa y se quedó por varias horas, extasiada, imperturbable, ajena, envilecida viendo el mar. Nunca supe que buscaba, ni qué recordaba, ni qué esperaba. Solo se que cuando llegué y la cargué entre mis brazos nos sumergimos en un juego que terminó cuando sentimos “un temblor de tierra” que nos dejó exhaustos, sonrió, cerró los ojos y nos quedamos dormidos pero cuando desperté, en medio de una tormenta y angustiado por los rayos, ella no estaba a mi lado.
Bajé las escaleras de piedra en medio de la oscuridad y desde acá alcancé a ver su silueta, pero no estaba envilecida viendo el mar, sino que corría como loca bajo la tormenta y entonces le grité con los pulmones, con el corazón, con todo lo que daba mi garganta, tratando que mi voz la alcanzara; pero ella no escuchó, se perdió en la distancia.
Hoy he vuelto a la playa con la esperanza de verla así: impasible, imperturbable, ajena, envilecida viendo el mar, queriendo sentir nuevamente aquel “ temblor de tierra” que nos dejaba exhaustos, pero no, no es así, ahora paso las horas aquí sentado, con los ojos llenos de azul y no la veo, solo escucho el ir y venir de las olas.
Hoy me he quedado aquí, otra vez mirando cómo se forma la tormenta. Recordando la madrugada en que bajé a la playa corriendo y gritando con los pulmones, con el corazón, con todo lo que daba mi garganta, pero ya no corro, ni grito, solo la busco con unos ojos que se me pierden en la distancia de un azul infinito.-