Crónicas de los
viernes
LAS CÁRCELES SON UNOS HORNOS CREMATORIOS
QUE MANTIENEN CADÁVERES VIVOS Y SUFRIENTES.
¿Qué se entiende por alternativas legales en la cárcel?.
Raúl Mestre
Diferentes estudios indican
que la prisión no es capaz se resocializar a nadie por el contrario es un destierro sistemático. La cárcel
es una de esas tristes realidades que aún nos amarran a una concepción
penal que debe ser revisada. Las cifras de reincidencia delictiva muestran la
amplitud de su fracaso; es por ello que el debate en torno a su futuro ha
alcanzado su punto más alto. El mal de la prisión, expresan algunos autores,
consiste no solo en la privación de libertad, sino que margina al recluso de una sociedad de la que continúa
formando parte.
El procesado no abandona sus
muros y la sociedad solo llega a traspasarlos en forma ocasional y con los
minutos contados. Es urgente que la pena de prisión sea revisada desde su raíz.
Todo lo que converge al resultado fallido debe examinarse y en su caso
modificarse. Las personas, aun cuando estén privadas de libertad, debemos
sentir para ellos respeto a su integridad física, a su integridad psíquica, el
trato justo y humano que deben recibir durante el proceso de cumplimiento de su
sanción y, sobre todo, la proyección de garantizar siempre un proceso
satisfactorio de reincorporación a la sociedad, una vez cumplida su sanción.
En contra de la pena privativa de
libertad se ha aducido, además: la naturaleza deshumanizante del
encarcelamiento: la debilitación de la personalidad humana que produce el
internamiento total; la incapacidad de las instituciones penales de reducir las
tasas de delincuencia. Obviamente, el objetivo del encierro es evitar que la
persona vuelva a delinquir y reeducarla según las pautas de comportamiento que
la sociedad considera adecuadas. Pero lo que ocurre es que esa buena fe inicial
no va de la mano del resultado final.
La prisión –escribe Foucault- es
la última figura de la edad de las disciplinas. Conjuntamente con lo anterior
podemos afirmar que los primeros años del último tercio del siglo XX fueron
testigos de una crisis doctrinal generalizada de la pena de privación de
libertad.
Las penas de prisión constituyen
en fracaso histórico: no solamente no socializan, sino que, a partir de las
investigaciones sociológicas desarrolladas no sólo constituyen un perjuicio
para los reclusos, sino, también, para sus familias; especialmente cuando el
internamiento representa la pérdida de ingresos económicos del cabeza de
familia;
Los individuos sometidos en la
actualidad a las sanciones penales más completas son, con frecuencia, personas
no privilegiadas en muy distintos sentidos”. El tratamiento impuesto
obligatoriamente supone, por tanto, una lesión de derechos fundamentales,
reconocidos en otros ámbitos. El monótono discurso criminológico lleva dos
siglos reproduciendo la cantinela humanista de regeneración del preso y
comprobando el continuo fracaso de la prisión a la hora de alcanzar esos
objetivos altruistas: lejos de mejorar, los delincuentes reinciden.la educación
para ser criminal y la educación para ser buen detenido. La solución al
problema penitenciario no puede transitar por vía del endurecimiento en la
ejecución. O como diría Foucault: cada reforma "es isomórfica a pesar de
su idealismo" con el funcionamiento disciplinario de la cárcel, lo que lo
lleva a concluir que toda esa preocupación acerca del éxito o fracaso de la
cárcel está totalmente fuera de lugar ya que la cárcel inventa al delincuente;
por tanto, no puede "fracasar" porque como todo castigo no está
destinado a eliminar los ilegalismos, sino a distinguirlos, distribuirlos y
usarlos.
Otro aspecto que ha motivado la
polémica entorno a la comunidad carcelaria, viene dado por la falta de interés
social por el problema de las prisiones. Apatía que no se limita al ámbito del
ciudadano común sino que, lo que es mucho más grave, se extiende a quienes
tienen a su cargo la conducción del Estado.
Otro aspecto critico la pieza
para la visita conyugal, los exámenes criminológicos, los servicios médicos,
odontológicos y psiquiátricos, los aparatos electrónicos, las llamadas
telefónicas y mucho más. Prisiones donde menudean las revisiones abusivas a los
atracos; y golpizas se suceden, con frecuencia turbadoras, a la luz del día.
Prisiones donde hoyos oscuros, insalubres, sin lecho, se utilizan como celdas
de aislamiento. El sistema cuya selectividad reproduce y agudiza las
desigualdades sociales, padece, cada vez más, la superpoblación, la violencia
(física, psíquica y sexual) la drogadicción, males que hacen de las cárceles
ambientes de estigma, de inadaptación, de metástasis social, en donde se
envilece la personalidad, se destroza la privacidad, se vulnera la dignidad, se
destruye la identidad social, se acentúa la inseguridad, en un ejercicio continuo
de despotismo y degradación por parte del personal administrativo y de los
cabezas de la masa carcelaria.