sábado, 14 de agosto de 2010

LA BARRIGA E TRAPO

Aquel 28 de noviembre de 1997 el periódico decía: “Una mujer que durante varios meses, fingió un embarazo, quedó al descubierto cuando la suegra, al ver una barriga tan grande, la llevó para que le hicieran una ecografía y una psicóloga del hospital descubrió que la mujer en la barriga lo que tenía era una almohada, rellena con sobrecamas, bluyines, cortinas, chaquetas, y ropa vieja.

Ante semejante sorpresa, todos los periodistas de la ciudad, estaban rodeando a “la barriga e trapo” , o sea, Liliana Cáceres, quien años después en una revista relataría: Todo comenzó cuando pillé en un parque a mi novio Alex besándose con mi mejor amiga. Yo tenía 16 años y estaba perdidamente enamorada de él y no lo quería perderlo por nada del mundo. Por eso decidí hacer lo que hice: engañar a todo un país, a mi familia y a Álex simulando un embarazo en el año 1997.


A la hora de tener sexo con Alex no me desnudaba por nada del mundo, simplemente me ponía de medio lado, él corría el vestido de baño creyendo que era mi calzón y así lo hacíamos.
Hoy tengo cuatro hijos y fue maravilloso sentir un embarazo verdadero. Desde hace varios años trabajo haciendo trenzas y masajes a los turistas al frente del hotel Dorado de Cartagena.

A mí la historia de Liliana Cáceres, no me sorprendió porque toda la vida, o por lo menos desde muy pequeño, escuchaba a mi abuela preguntar con ironía: ¿Al fin parió Pabla? Y mi tía Fela, quien casi siempre era la destinataria de la pregunta, negaba con la cabeza, torcía la boca y respondía: ¿Nada mija, nada. ¡Todavía está pujando!

Yo como estaba tan pequeño, no comprendía que Pabla, no existía, ni mucho menos que era “un personaje ficticio”, con el cual nuestras abuelas tiraban “puyas” en un lenguaje figurado que solo ellas entendían. Por eso una madrugada lluviosa de Octubre, cuando mi abuela se levantó más temprano que de costumbre y me llamó para que le comprara una botella de gas, para prender el fogón, porque el carbón amaneció mojado, yo le pregunté: Abuela. ¿Quien es Pabla? ¡Déjese de preguntar pendejadas”, fue su respuesta y agregó: “Vaya a ver si la puerca puso”.

Como en la escuela me habían enseñado que las puercas no ponen, solo las aves, como las gallinas, son las que ponen huevos, porque son ovíparas, se me creo un conflicto mental en la cabeza, que mi abuela nunca me aclaró, por el contrario, decía: “Tú eres un pelao muy ladino. Todo lo quieres saber”.

Sin embargo, cuando Papa Juan, mi abuelo, salía en la mañana, bañado en agua de “María Farina”, caminando como “un pavo real”, con la cabeza en alto y con un bastón que no necesitaba, pero que usaba como símbolo de elegancia, se despedía diciéndole a mi abuela: “Voy para el centro, a ver si ya parió Pabla.”.

Mi conflicto mental entonces era mayor: ¡Carajo! ¿Quién será Pabla?

Recuerdo que mi abuela lo seguía con la mirada; hasta que el viejo se perdía en la distancia y con resignación bajaba la cabeza y se sentaba en un mecedor de bejuco, a remendarme las medias, hasta cuando Papa Juan, en la tarde, regresaba cabizbajo y ella despectivamente le preguntaba: ¡Aja Juan! ¿Parió Pabla?

El viejo, se quitaba el sombrero, colocaba el bastón en un rincón de la sala, negaba con la cabeza, torciendo la boca y decía: ¿Nada mija, nada, todavía está pujando!

Pese a que yo era muy niño, entré a sospechar de los “embarazos” de Pabla. Por eso cuando la gente en el barrio San Roque, se escandalizo con la noticia de la mujer que durante meses lució una gigantesca “barriga e trapo” para aparentar que estaba embarazada y así evitar que su marido se fuera con otra, la noticia no me tomó por sorpresa. Yo desde pelao tenía mis “entripados” con los embarazos.

Recuerdo que el periódico de la fecha decía: Una mujer que fingió un embarazo, durante nueve meses, quedó al descubierto cuando la suegra, al ver una barriga tan grande, la llevó para que le hicieran una ecografía y una psicóloga del hospital descubrió que la mujer en la barriga lo que tenía era una almohada, rellena con sobrecamas, bluyines, cortinas, chaquetas, y ropa vieja. Hasta una blusa que se le había perdido a la vecina, apareció dentro de la almohada.