viernes, 25 de mayo de 2012


Crimen en los almendros
¡EN LA PARCELA  DONDE LO
MATARON, ESTÁ LA PRUEBA!
*Grandes  ojos negros,  miran la sangre en el taburete

Raúl Mestre
Antes de   llegar  a   'Los Mamones', esa pequeña finquita ubicada en una vía  que comunica al barrio Los Almendros, de Soledad, con el corregimiento de Caracolí,  donde  el domingo en la noche mataron a Iriaco Romero,  un hombre de 79 años, alcancé a ver detrás de los árboles que rodean la  casa; la sombra de una persona.
Era  una muchacha de grandes y soñadores ojos negros, sombreados por unas finas pestañas, la que se escondía detrás de los frondosos arboles. La mujer supuestamente  observaba el lugar del crimen. A  lo mejor era alguien tan curioso como yo, pero   al sentirse  descubierta trató de salir corriendo. Sin embargo,  un perro negro que ladraba amenazante se lo impidió, se quedó quieta y entonces, sin que yo le preguntara,  me explicó que era  amiga de la mujer  del muerto (una joven que vivió  con la victima hasta hace unos días.
 ¿Y esa joven por qué se fue? ¿Por que lo abandonó? ¿Sabía que lo iban a matar? Le pregunté. Bajó la vista y dijo “No se. Yo no se nada”.  Después le pregunté: ¿Por qué mataron a Iriaco? La muchacha, entonces,  me miró  y,  señaló con el índice la casa que está al fondo de la parcela diciendo: “Ahí quedó sentado en una silla. Todavía ahí está su sangre en el taburete;  en el sitio que lo sentaron los asesinos  y donde el lunes como a las nueve de la mañana  lo encontraron unos señores  que vinieron a comprar frutas”.
En medio del silencio de la noche y bajo la tenue luz de la luna, el perro negro volvió a ladrar. Ahora era un  anciano grueso, de baja estatura, pelo blanco y con  una camisa a cuadros  el que aparecía en la escena, mirando  el  fondo oscuro de  un pocillo donde  supuestamente había tomado tinto diciendo: “En el fondo de esta tasa se ve lo que  ocurrió en esa casa”.  
Negros nubarrones oscurecieron el cielo en esa pequeña franja de terreno en el  barrio Los Almendros, de Soledad, anunciando una fuerte tormenta. Después  un remolino envolvió el lugar y  el viejo  le ordenó al perro  que se callara y con una mueca de tristeza dibujada en su rostro  dijo  “A Iriaco, lo mataron porque  se negaba a vender el terreno  a unas personas que  estaban interesadas en la parcela”. El viejo,   habló entonces  de  la vida del difunto, su historia, y  lo  recordaba  como era el hombre  cuando llegó a Barranquilla.  Después nos invitó a entrar a un pequeño rancho, advirtiéndonos  que  no quería hablar  sobre lo que  pasó en  'Los Mamones’, Al entrar a esa casa,  el resplandor  ilumina el rostro de una mujer joven que amamantaba a un bebé, semioculto bajo una sabana  descolorida.
El anciano se puso sobre su cabeza un desgastado sombrero negro de fieltro y   caminó con lentitud hacia el cuarto asegurando cada paso para no caerse. Su respiración  se tornó jadeante y un metro más adelante  se sentó en un  taburete. Le entregó el sombrero a la mujer y le dijo: “Ahora tu tienes que irte de aquí,   porque yo estoy  viejo, me duelen  las piernas, y  no tengo fuerzas  para pelear por nadie ni con nadie.
La mujer al escuchar aquello empezó a sollozar, sacó una botella de  alcohol,  se echó un poco en la mano y se la pasó por la frente.  Como  tenía la blusa empapada en sudor,  se la   cambió por una seca y se volvió a sentar en la sala a esperar con expectativa y  con cara de preocupación el final de esta película de terror.  Después   no se por qué, (no soy policía,  ni fiscal, ni investigador,  soy solo un periodista) la mujer cayó al suelo  de medio lado y no se volvió a levantar.