Crimen en los almendros
¡EN LA
PARCELA DONDE LO
MATARON,
ESTÁ LA PRUEBA!
*Grandes ojos negros, miran la sangre en el taburete
Raúl
Mestre
Antes de llegar a 'Los Mamones', esa
pequeña finquita ubicada en una vía que comunica al barrio Los Almendros,
de Soledad, con el corregimiento de Caracolí, donde el domingo en
la noche mataron a Iriaco Romero, un hombre de 79 años, alcancé a ver
detrás de los árboles que rodean la casa; la sombra de una persona.
Era una muchacha de grandes y soñadores ojos negros,
sombreados por unas finas pestañas, la que se escondía detrás de los
frondosos arboles. La mujer supuestamente observaba el lugar del crimen. A lo
mejor era alguien tan curioso como yo, pero al sentirse descubierta
trató de salir corriendo. Sin embargo, un perro negro que ladraba amenazante
se lo impidió, se quedó quieta y entonces, sin que yo le preguntara, me
explicó que era amiga de la mujer del muerto (una joven que vivió
con la victima hasta hace unos días.
¿Y esa joven por qué se fue? ¿Por que lo abandonó? ¿Sabía
que lo iban a matar? Le pregunté. Bajó la vista y dijo “No se. Yo no se
nada”. Después le pregunté: ¿Por qué mataron a Iriaco? La muchacha,
entonces, me miró y, señaló con el índice la casa que está al
fondo de la parcela diciendo: “Ahí quedó sentado en una silla. Todavía ahí está
su sangre en el taburete; en el sitio que lo sentaron los asesinos
y donde el lunes como a las nueve de la mañana lo encontraron unos
señores que vinieron a comprar frutas”.
En medio del silencio de la noche y bajo la tenue luz de la luna,
el perro negro volvió a ladrar. Ahora era un anciano grueso, de baja
estatura, pelo blanco y con una camisa a cuadros el que aparecía en
la escena, mirando el
fondo oscuro de un pocillo donde supuestamente había tomado
tinto diciendo: “En el fondo de esta tasa se ve lo que ocurrió en esa
casa”.
Negros nubarrones oscurecieron el cielo en esa pequeña franja de
terreno en el barrio Los Almendros, de Soledad, anunciando una
fuerte tormenta. Después un remolino envolvió el lugar y el
viejo le ordenó al perro que se callara y con una mueca de
tristeza dibujada en su rostro dijo “A Iriaco, lo mataron porque
se negaba a vender el terreno a unas personas que estaban
interesadas en la parcela”. El viejo, habló entonces de
la vida del difunto, su historia, y lo recordaba como era el
hombre cuando llegó a Barranquilla. Después nos invitó a entrar a
un pequeño rancho, advirtiéndonos que no quería hablar sobre
lo que pasó en 'Los Mamones’, Al entrar a esa casa, el
resplandor ilumina el rostro de una mujer joven que amamantaba a un bebé,
semioculto bajo una sabana descolorida.
El anciano se puso sobre su cabeza un desgastado sombrero negro de
fieltro y caminó con lentitud hacia el cuarto asegurando cada paso
para no caerse. Su respiración se tornó jadeante y un metro más
adelante se sentó en un taburete. Le entregó el sombrero a la mujer
y le dijo: “Ahora tu tienes que irte de aquí, porque yo estoy
viejo, me duelen las piernas, y no tengo fuerzas para pelear
por nadie ni con nadie.
La mujer al escuchar aquello empezó a sollozar, sacó una botella
de alcohol, se echó un poco en la mano y se la pasó por la frente.
Como tenía la blusa empapada en sudor, se la
cambió por una seca y se volvió a sentar en la sala a esperar con expectativa
y con cara de preocupación el final de esta película de terror.
Después no se por qué, (no soy policía, ni fiscal, ni
investigador, soy solo un periodista) la mujer cayó al suelo de
medio lado y no se volvió a levantar.