LEONARDO FAVIO
A la
una de la tarde, una de mis hijas, entró en mi habitación con
un C.d. en la mano, rompiendo la tranquilidad del lunes festivo, diciendo
que Leonardo
Fabio, el precursor de la balada romántica, mi cantante favorito, había
muerto. Miré el C.d,
y lo vi, ahí, con su pañoleta metido entre
sus grandes hits: "Fuiste mía un verano" y "Ella ya me
olvidó", temas que hicieron furor en las décadas del 60 y 70. Recordé
entonces aquellas palabras de Serrat: “Basta una imagen, un sonido,
un objeto, un aroma para regresar al pasado, aquellos tiempos en que tal vez
quedaron pendientes muchos sueños, que solamente están durmiendo y añoran
regresar”. Me siento, entonces, como uno de esos tripulantes
que navegan solos, como los locos, en las apacibles
aguas del recuerdo”. Después toda la tarde estuve recordando con
nostalgia los momentos alegres de la vida, cuando con menos de quince años
caminaba por un empinado desfiladero de la Cordillera de los Andes, llevando
sobre mis espaldas una mochila de lona donde guardaba ropa, libros y elementos
de aseo personal para llegar a Bogotá y ver “el primer gran concierto de Leonardo Fabio en Colombia”.
Volví
a aquella noche que pasamos junto a Leonardo, en el parque de Lourdes, ahí en Chapinero, cantando “la foto de carnet” y hablando con decenas de hippies
del cortometraje “El amigo”, estrenado en
1960 que fue su primera producción
cinematográfica. Su muerte me acongoja tanto, que me lleva atrás en el
tiempo y no puedo evitar acordarme
de aquellos días, de aquellos
momentos, de aquellas declaraciones tímidas y de aquellos amores que no fueron.
Siento su muerte porque puso en mis labios palabras que en otro contexto hubieran parecido cursis, como cuando después de una boda, me puse a cantar en una esquina del barrio Los
Andes de Barranquilla, esa canción
maravillosa que dice "ella ya me olvidó, yo, yo la recuerdo ahora, cómo no recordarla, si en cada primavera; soñábamos
con hijos que se llevó la arenaaa... ella, ella ya me olvidó, yo, yo no puedo olvidarla"
Y continuaba tentando la nostalgia
escuchando: "Mi tristeza es mía y nada más, mi tristeza es mía y sola
está". Este argentino cantaba,
conmovía, y me hacía llorar en los momentos tristes y también en los felices. Pese
a que Leonardo Fabio fue un extraordinario cantante y compositor, quiso seguir
investigando otras aristas del mundo artístico y comenzó a escribir guiones.
Así fue como llegó a convertirse en uno de los mejores directores de cine de su país.
Después vinieron “Crónica de un niño solo” y “El romance del Aniceto y
la Francisca”, consideradas como las mejores en la historia del cine argentino. Leonardo Fabio
nació el 28 de mayo de 1938, en Mendoza (Argentina) y recibió el nombre de
Fuad, que luego cambió para dedicarse al arte. El prestigioso cineasta y músico
argentino falleció el lunes 5 de nov. de
2012 a los 74 años después de
luchar contra una larga enfermedad,
pero supo dejar su sello en el séptimo
arte y generó un culto en torno a sus películas. Sus colaboradores más
cercanos solían hablar de él como un trabajador incansable:"Fabio vive
desprendido de la materia: es esencia pura", dijo Rodolfo Mórtola, uno de
los colaboradores más cercanos. "Fue
casi un Buda, había momentos en los que desaparecía y, cuando lo
encontraba, estaba llorando y rogando a Dios que lo inspirara para conseguir lo
que había soñado. Fabio fue un eterno adolescente, hipersensible e intuitivo, y
eso fue en buena medida lo que le permitió
ser tan creativo". Los periódicos dicen que murió, pero quienes
lo convertimos en testigo de nuestras
dichas y quebrantos sabemos que los artistas como él no mueren. Que su música
seguirá sonando mientras existan los sentimientos y que yo lo seguiré invitando
a mis más privadas celebraciones.