El 27 de noviembre de 1989 es una fecha que nunca podré olvidar.
Ese día yo estaba en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, y casualmente me encontré con viejos compañeros de la Universidad Libre a quienes no veía desde hacía varios años.
Les pregunté si también viajaban para Barranquilla y me dijeron que no, que estaban allí “mamando frío” acompañando a unos muchachos de Santa Marta, que viajaban para Cali, a buscar futuro en un equipó de fútbol de la Sultana del Valle
Estábamos hablando de aquellas historias que se empezaron a vivir en Barranquilla en la década de los 80, cuando yo era un pelao feliz que bailaba salsa, en los estaderos de la 21, después de leerle a mi primera novia, los poemas de Neruda, que compraba de “segunda mano”, baratos en las librerías piratas de la Plaza de San Nicolás.
A los barranquilleros de aquel entonces nos encantaba la salsa de Richy Ray, Joe Cuba, Willy Colon, Ismael Rivera, en fin, Joe Quijano , hasta que llegó la “yuca” , o sea , el ¡Ay Hombe! Vallenatero que se oía por las calles de Barraquilla,
En aquellos años todo cambió de un momento para otro y en los colegios los pelaos ya no peleaban a las trompadas, porque algunos “nuevos alumnos” empezaron a llevar revólveres y los profesores no les decían nada; porque esos “nuevos alumnos” les hacían costosos regalos.
También desapareció la moda de los pantalones de terlenka y los zapatos de plataforma y los jóvenes empezaron a usar sombreros y mis compañeros ya no iban a jugar “bolos”, ni voleibol, ni racanball sino que se aficionaron a las riñas de gallos finos “Voy dos mil a mil al gallo pinto” se escuchaban sus gritos en la gallera pico de oro.
En fin, hablábamos, allí en una de las cafeterías del Dorado, de la historia aquella en que una jovencita barranquillera, quien conducía su automóvil por la calle 72 y dizque porque le pitó al conductor de una camioneta Ranger, quien se había detenido a comprar un paquete de Marlboro y este se bajó y le pegó 17 tiros diciendo “Eso es pa que sepáis y aprendáis, que a mi no se me pita “
La conversación acabó cuando por alta voces llamaron a los pasajeros que abordarían el vuelo 203 de Avianca. Recuerdo que era un Boeing 727.
Los muchachos de Santa Marta iban felices, me dijeron “menos mal compadre que ya esos tiempos de violencia en Barranquilla se fueron” y se embarcaron en su avión Boeing 727.
Yo me quedé ahí en la sala nerviosa, porque toda la vida le he tenido miedo a los aviones, esperando que me correspondiera el turno para viajar a Barranquilla.
A los cinco minutos de haber despegado el vuelo 203 de Avianca veo que viene gente corriendo y llorando por los pasillos del aeropuerto gritando que el Boeing 727.que iba para Cali, resultó destruido en el aire porque le pusieron una bomba.
Decían que e l avión había caído en Soacha y que se habían matado las 107 personas que viajaban en el avión y tres personas que estaban en esa población. Pensé en los muchachos que supuestamente iban a buscar futuro en un equipó de fútbol de la Sultana del Valle
Se dijo que al avión le pusieron una bomba porque en el avión iban dos capos del cartel de Cali, enemigos del cártel de Medellín y que ese mismo avión lo iba a tomar Cesar Gaviria quien estaba en plena campaña presidencial, “pero el Dr. Gaviria, no se sabe por que decidió no subir al avión”.
La justicia luego de muchas investigaciones y después de varios años culpó de aquellos hechos a Pablo Escobar y a Gonzalo Rodríguez Gacha, de haber planeado la explosión y a Dandeny Muñoz Mosquera Alias La Kika como la persona encargada de haber colocado la mortal carga y por ello fue sentenciado a cadena perpetua en los Estados Unidos. Pero la verdad es que a uno le queda la sensación de no saber la verdad.