La muerte en Barranquilla, se ha vuelto algo tan normal, que ahora es “un espectáculo”, mejor dicho, es un “show” que se puede ver “gratis, sin comprar boleta”
El “show de la muerte” se presenta a cualquier hora en las calles de Barranquilla y al “evento” nunca faltan; vendedores ambulantes ofreciendo dulces y cigarrillos, hombres vendiendo tinto y gente que llega descaradamente buscando “la mejor ubicación” para ver el muerto.
Entre los “mirones” nunca falta el que conocía al muerto desde pelao, el que dice: “Nos criamos juntos”, éramos como hermanos, en fin, tampoco falta quien asegura -sin explicar cómo, ni por qué, “desde hace días tenia un mal presentimiento”.
Cada vez que en Barranquilla, hay un muerto, en la calle se interrumpe el tráfico. La mayoría de los conductores se bajan y se aglutinan alrededor del cadáver como sucedió ayer cuando a un hombre le dieron un tiro y estaba tendido en la calle boca abajo, con las manos pegadas a su espalda como si la muerte lo hubiera esposado.
En medio de la algarabía alcanzamos a escuchar los gritos de una mujer que caminaba hacia el cadáver preguntándose: ‘¿Por qué, por qué?’.
Era una rubia tinturada, vestida de manera extravagante: una falda larga, y una diminuta blusa que dejaba ver la cintura. ‘déjenme estar al lado de él’ discutía con un policía que le impedía el acceso al lugar.
El dolor se le notaba en la expresión de su rostro, sin embargo, no derramó ni una lagrima. Todo lo que sentía se transformó en rabia, tanta que golpeó al uniformado que la alejaba de la escena del crimen, ‘si fueras tu, no te gustaría que te hicieran esto’ decía impotente ante los empellones del policía.
El equipo de la Fiscalía seguía en su trabajo, midiendo, registrando, preguntando: ¿Nombre? Cuestionó uno de ellos dirigiéndose a la mujer, ‘Francisco Javier’, respondió la joven un tanto más calmada. Luego contestó una tras otra las preguntas, ’33 años’, ‘ vivia en la carrera 98 con...’, respondía entre un llanto entrecortado.
Pasadas las siete llegó una camioneta de Medicina Legal, blanca, cabinada. Iba por el cadáver. Al tiempo el ruido de potentes motores invadió el lugar, cuatro hombres jóvenes descendieron desafiantes de sus motos, miraban a todo el mundo, veían directo a los ojos, haciendo que todos desviaran la mirada. Pero cuando vieron a la mujer se acercaron a ella, la abrazaron, le hablaron al oído, y luego se marcharon, no sin antes advertir: “! Tranquila que ya sabemos de donde viene la vaina”.
Cuando ya iban a subir el cuerpo a la camioneta, una anciana que ronda los 60 años preguntó: ¿Y si ya saben quien lo mató, por que no lo cogen?, algo decepcionada, porque nadie le respondió, camino con la cabeza baja, arrastrando las chancletas y así terminó “el show de la muerte”.