Raúl Mestre.
La muerte en Barranquilla, se ha vuelto algo tan normal, que ahora es “un espectáculo”, que se presenta a cualquier hora y en cualquier calle de Barranquilla. Un “evento” al que nunca faltan; vendedores ambulantes ofreciendo dulces, hombres vendiendo tinto y gente de todas las pelambres, que llega descaradamente buscando “la mejor ubicación” para ver el muerto. Otros aprovechan el tumulto, para hacer su “trabajito”: sacar una cartera o timbrar una hembra.
Entre los “mirones” nunca falta el que conocía al muerto desde pelao, el que dice: “Nos criamos juntos”, éramos como hermanos, en fin, “era mi pana”. Tampoco falta quien asegura -sin explicar cómo, ni por qué-, “el difunto desde hace días tenia un mal presentimiento”.
Cada vez que en Barranquilla, hay un muerto, en la calle se interrumpe el tráfico. La mayoría de los conductores se bajan y se aglutinan alrededor del cadáver como sucedió a las 4:30 de la tarde del miércoles, cuando el parrillero que iba a bordo de una moto se bajo del vehiculo y le disparó en tres ocasiones a un joven, que se desplomó sobre el pavimento “boca abajo, con las manos pegadas a su espalda como si la muerte lo hubiera esposado”.
En medio de la algarabía alcanzamos a escuchar los gritos de una mujer que caminaba hacia el cadáver preguntándose: ‘¿Por qué, por qué?’. Era una rubia tinturada, vestida de manera extravagante: una falda larga, y una blusa diminuta que gritaba: ‘déjenme verlo’ mientras discutía con un policía que le impedía el acceso al lugar.
El dolor se le notaba en la expresión de su rostro, sin embargo, no derramó ni una lagrima. Todo lo que sentía se transformó en rabia, tanta que golpeó al uniformado que la alejaba de la escena del crimen, ‘si fueras tu, no te gustaría que te hicieran esto’ decía impotente ante los empellones del policía.
El equipo de la Fiscalía seguía en su trabajo, midiendo, registrando, preguntando: ¿Nombre? Cuestionó uno de ellos dirigiéndose a la mujer, ‘Brayan’, respondió la joven un tanto más calmada. Luego contestó una tras otra las preguntas,’era mecánico de automóviles, tenia 21 años, natural de Barranquilla’, ‘ vivía en la calle 23 con la carrera 14, barrios Las Nieves.’, la mujer respondía entre un llanto entrecortado.
Pasadas las cinco de la tarde, el ruido de potentes motores invadió el lugar, cuatro hombres jóvenes descendieron desafiantes de sus motos, miraban a todo el mundo, veían directo a los ojos, haciendo que todos desviaran la mirada. Pero cuando vieron a la mujer se acercaron a ella, la abrazaron, le hablaron al oído, y luego se marcharon, no sin antes advertir: “! Tranquila que ya sabemos de donde viene la vaina”.
Cuando ya iban a subir el cuerpo a un carro particular; para llevarlo hasta la Clínica Campbell, una anciana que ronda los 60 años (no sabemos por què) advirtió: “Ese carro no tiene gasolina” y evidentemente el vehiculo faltando dos cuadras para llegar a la clínica; se quedó varado. ¡Tuvieron que empujarlo y si llevarlo hasta el centro asistencial!.
Algo decepcionada, porque nadie le “paro bolas”, a su advertencia, la anciana camino con la cabeza baja, arrastrando las chancletas de plastico y así terminó “el show de la muerte”.