Ahora que lo recuerdo bien, después de tantos años, el primero que llegó a mi casa hablando de “inseminación artificial” fue Luis Carlos Morales, un pariente de mi mama que se las picaba de “doctor” pero, estaba alcoholizado y se metía unas “peas” de padre y señor mío.
Recuerdo que esa mañana, mi abuela estaba en el patio, barriendo las hojas que traía la brisa de diciembre, cuando Morales, llegó vestido con una guayabera blanca de mangas largas y con una botella de ron blanco entre las manos, a explicarle, cómo era el procedimiento para traer al mundo bebés saludables, a partir de embriones congelados, “sin necesidad de que las mujeres se estén acostando con el uno y con el otro”.
Mi abuela, una mujer tan conservadora, al escuchar aquello puso mala cara, pero Morales, era atrevido, no le paró bolas y continuo diciéndole: “Los bancos de esperma”, almacenan sus muestras en nitrógeno líquido a una temperatura de 196 grados bajo cero y que si bien una tercera parte de los espermatozoides mueren al ser congelados, los que sobrevivan son suficientes para llevar a cabo procedimientos de inseminación”.
Al escuchar aquello, mi abuela guardó silencio, guardó las agujas de tejer, guardó los alfileres y guardó una madeja de hilo calabrés, en la bolsa de costura y se echó dos veces la señal de la cruz.
“Y eso no es nada, -agregó Luis Carlos-, quitándose la gorra de beisbolista y abanicándose con ella, la ciencia esta a punto de descubrir una técnica para congelar órganos humanos enteros y de conseguirse, constituiría un gran adelanto, ya que los cirujanos que van a efectuar un trasplante, simplemente tendrían que ir al congelador a escoger un órgano envasado que se ajustara a su paciente, en lugar de esperar interminablemente a que surja el órgano de un donante.
“Además, dijo tomándose un trago de ron, el trasplante de células pancreáticas, productoras de insulina, tomadas de fetos abortados o de órganos donados por adultos, puede curar la diabetes”.
Mi abuela se tomó el tinto que le trajo Fela, miró a Morales, volvió a persignarse y se levantó de la mecedora
“Y cada año miles de enfermos de cáncer –continuo Morales- reciben trasplantes de su propia médula, previamente congelada, para reemplazar las células destruidas por los rayos o la quimioterapia.
Mi abuela no soportó más esa “cátedra de medicina”, puso el pocillo del tinto sobre el plato y se estaba limpiando la boca con el dorso de la mano, cuando preguntó con la mirada fija en Morales:
¿Tú, no serias uno de los que fue engendrado con los espermatozoides que sobrevivieron al ser congelados?