sábado, 29 de octubre de 2011

¿POR QUÉ EL “AMANTE” ASESINÓ A PASOLINI?

El artista amaba a los “ragazzi di vita” o sea: Los muchachos de la vida
Raúl Mestre
En la madrugada del 2 de noviembre de 1975, en un desolado paraje de Ostia, a 30 kilómetros de Roma, Roberto Pelosi, apodado “Pino Rana”, un chapero de 17 años, gritaba: "Sporco comunista", "mascalzone", "frocio", "fetuso", o sea, "sucio comunista", "sinvergüenza", "golfo", "maricón" y después, cuando se cansó de gritar, golpeó a Pier Paolo Pasolini, de 53 años, hasta que lo vio muerto.
Sin embargo, la periodista, ya fallecida, Oriana Fallaci dijo que Pier Paolo Pasolini, fue víctima de una conspiración política, y que Pelosi sólo fue el cebo que le condujo a la emboscada en la que participaron al menos tres sicarios y recordó que Pasolini, fue el mejor poeta, el mejor cineasta, el mejor teórico, el mejor ideólogo, el mejor novelista (¡el mejor!, una y otra vez) por su capacidad para construir, cada vez, una respuesta nueva e inteligente al estado de la política, el cine o la literatura y, la exaltación de la sexualidad, como una descripción de la formación del capitalismo)- mostrará que en esos cuerpos “populares” que Pasolini amaba imponen la comercialización del sexo y por eso su última película “las 120 jornadas de Sodoma” fue su sentencia de muerte”.
Sea como fuere, si alguien quisiera rememorar hoy el crimen no encontraría muchas dificultades. Los escenarios siguen casi intactos. Como la estación Termini, donde el cineasta recogió al joven prostituto y le invitó a subir en su coche, un Alfa Romeo GT plateado. Los chaperos que amó Pasolini siguen allí. Ya no se amparan bajo los restos de la muralla aureliana, que apesta a orines. Ahora lo hacen en el interior de la estación, en la entrada de la Via Giovanni Giolitti, junto a las escaleras mecánicas. Basta un guiño y se acerca un veinteañero de tez cobriza. "Soy Rocco", afirma, entre descarado y amenazante mientras sus hermanos de oficio contemplan la escena. La única diferencia es que hoy llevan cinturones con unas enormes hebillas en las que se lee D&G y se calan gafas de sol de imitación de grandes marcas. Rocco ofrece sus servicios con dos tarifas. En los aseos de la estación, 50 euros; si hay que salir, el precio sube.
Pino Rana, declaró en el juicio que Pasolini le ofreció 20.000 liras de entonces (unos 10 euros). El chapero, que ahora tiene 58 años, subió al Alfa del artista, que cogió la Via Nazionale para salir de la ciudad. En el trayecto, al muchacho le entró hambre. Pasolini conocía una trattoria, junto a la basílica de San Pablo, en la Via Ostiense, que conduce a la costa. Se llamaba y se llama Biondo Tevere. Un local alojado en una casa de dos pisos, de paredes encaladas y una luminosa terraza con vistas al Tíber (Tevere) del que toma el nombre. Al artista boloñés le encantaba pasar allí las horas muertas "pensando y escribiendo sus cosas". Las comillas son de Giuseppina Panzironi, cocinera y regente del local desde hace cinco décadas. Ahora tiene 76 años. Ella preparó la última cena de Pasolini y de su homicida. Sentada en la misma mesa donde ambos compartieron mantel rememora la escena: "Nos dijo que le preparáramos algo al chico, que él no tenía hambre porque ya había tomado un bocado en Roma". En su voz hay cierta inquietud, como si esperara aún una revelación que esclareciera lo sucedido aquella fatídica noche. "Era el día de Todos los Santos y no había mucha gente. Mi marido, Vincenzo, les tomó nota. El muchacho pidió spaghetti all'aglio, olio e peperoncino y pechuga de pollo. Pero él insistió en que no tenía apetito, que le bastaba con una birra y una banana. Sólo eso". Ésa fue la última cena del director de El Evangelio según San Mateo. "Se le veía tranquilo. Hablaba en voz baja con el muchacho mientras éste comía... Pino no tenía cara de asesino. Tenía cara de... chiquillo", apunta.
La sala de la planta de abajo de la trattoria se ha convertido en un pequeño museo en torno a la figura del director de Edipo Rey. De la pared cuelgan fotos suyas junto a sus amigos y los actores con los que trabajó como Ana Magnani, dibujos y poemas manuscritos. Sus íntimos en Biondo Tevere eran el escritor Alberto Moravia y su esposa Elsa Morante, y el poeta Dario Bellezza. "Él era muy tranquilo, nunca armaba jaleo, ni bebía. Si acaso una cerveza. Cuando acababa no esperaba la cuenta. Le daba a Vincenzo un cheque en blanco y le decía 'pon tú la cantidad", dice la anciana cocinera.
Giuseppina no tiene constancia de que nadie siguiera al Alfa Romeo hasta su local, ni que le estuvieran esperando a la salida, como apunta la versión conspirativa que hizo reabrir el caso hace tres años. Sólo sabe que el auto partió sobre las doce de la noche hacia Ostia.
El lugar donde cayó muerto, perteneciente a Lido de Ostia, no es el destino turístico ideal. "Entonces venían aquí personas importantes, gente del cine como Fellini y Sordi. Pero ahora nos cae esta chusma de la droga y los turistas se espantan", dice el taxista Falcone. Porque en la estación de Lido Nord no sólo se bajan bañistas, sino muchos enganchados que vienen a buscar su dosis. Pietro es uno de sus camellos. Trabaja en los alrededores de la plaza Lorenzo Gasparini, en el mismo centro del Bronx, como le llaman a este barrio los lugareños. La policía hace redadas periódicas, pero no ha conseguido acabar con la reputación como uno de los supermercados de la droga romana. Sobre el páramo yermo donde Pasolini fue reventado a palos hace 36 años se alza ahora una columna más cursi que simbólica, coronada por una paloma que sostiene en el pico una luna llena. Se supone que se puede visitar de lunes a sábado, entre las 9.00 y las 13.00, pero casi nunca está el guarda que abre el candado de la verja. "Venían los chicos y la ensuciaban con sprays. Por la noche se reunían para beber o chutarse. Aquí hay mucha droga, ¿sabe?", dice Giampietro Falcone, taxista de profesión, quien conoce a casi todos estos muchachos del bogarte (de la calle). Pero no tiene ni idea de quién fue Pasolini, el muerto más ilustre de su localidad. Viéndole trapichear, uno imagina que si a Pasolini le dejaran elegir, volvería a morir aquí, junto junto a Pino Rana, sin monumento