martes, 27 de diciembre de 2011

LA VIOLÒ UN FANTASMA!

Raúl Mestre
¡Ahí va el fantasma! –gritó desde el patio María Elvira, la madre de una joven que fue violada en la noche del 24 de diciembre en “La Bendición de Dios”, un sector marginal al sur de Barranquilla.
Muerta de susto y con su voz de trueno más alta que el equipo que sonaba en la puerta de la calle la mujer dio la voz de alarma: “Un fantasma ha violado a mi hija”.
Como era de esperarse, en seguida se corrió la bola que en la calle 6 No. 41-10, una menor de 15 años, fue “emborrachada y violada por un fantasma” que según la madre de la victima, no caminaba sino que “volaba por los techos”.
Al atardecer, cuando traían a la joven del puesto de salud, donde la llevaron para ver qué le había hecho el fantasma, el escándalo que se armó fue de tales proporciones que los pelaos descamisados saltaban asustados, la gente de las casas vecinas salían corriendo para la puerta de la calle, las cotorras chillaban y los perros ladraban espantados.
Más allá de “la Bendición de Dios”, los pasajeros que estaban en la terminal de transportes, en medio de la correndilla para tomar el bus, empezaron a escuchar la algarabía a treinta kilómetros de distancia y muchos aplazaron el viaje para llegar hasta la casa donde el fantasma había violado a una menor de edad.

Pero, a Dios gracias, una vecina calmó a la gente al desmentir a la madre de la muchacha, diciendo que “El violador no es ningún fantasma, sino un cachaco que llevaba un maletín de mano, una chaqueta colgada del brazo, camisa de manga larga y la corbata suelta con el cuello desabotonado porque estaba todo sudado y yo no creo que los fantasmas suden ni que los fantasmas sean igualitos a los cachacos” –dijo poniéndose las manos en a cintura.
–Yo tampoco creo que eso lo haya hecho un fantasma –dijo el médico del puesto de salud, un antioqueño que se las tira de sabelotodo. “Lo que pasa es que en este barrio la gente es muy embelequera”.
Una hora después, gracias a las gestiones de un borracho amanecido que tuvo el coraje de acercarse a ver qué era lo que pasaba, se aclaró el asunto.
–Eso no es obra de ningún fanstama, sino de un humano común y corriente, dijo el borracho mirando a un joven que el doctor presenta como sobrino, y quien por un “tratamiento” que le está haciendo el tío, permanece todo el día encerrado en un cuarto, comiendo coctel de camarón con ostras, completamente desnudo, pero en la noche sale de saco y corbata a “examinar” a las pacientes de su tío.