martes, 27 de diciembre de 2011

SAN ROQUE...

Crónica del día
EL DIA QUE LLEGARON LOS
MARIHUANEROS A SAN ROQUE
*Un deprimido sector
Raúl Mestre
Hace mucho tiempo, mientras vagaba por las calles de San Roque, un barrio en el que hace muchos años los sirios libaneses construyeron las mejores casas de Colombia, y que hoy es conocido como la “zona cachacal”, me tropecé con el señor Mezrahi, quien venia por la mitad de la calle, soplando aire fresco sobre una taza de café humeante.
El hombre al reconocerme, (su padre fue amigo de mi familia) me puso una mano en el hombro y nos pusimos a conversar, recostados en uno de los postes de la energía; sobre el grave problema que se veía venir sobre ese sector de Barranquilla.
Mientras escribo esta crónica, acompañado únicamente por mis recuerdos y por un ventilador más achacoso que los ascensores del Centro Cívico, recuerdo que Samir Mezrahi, fue el primero que tuvo el coraje de hacerles frente a los criminales que empezaban a convertir ese barrio en una zona de tolerancia.
Pero ninguno de sus vecinos, ni siquiera sus familiares, se atrevieron a secundarlo cuando empezó a revelar, con pruebas, que
algunos políticos secundaban a los bandidos. Claro que, por lo que me dijo, él sabía que se jugaba la vida en defensa de una sociedad indolente, que convivía con semejantes malhechores, que les ofrecía fiestas, que los adulaba, y que además votaba por ellos. A esa misma hora hasta la parte de atrás del viejo Hospital General de Barranquilla, llegaban los primeros indigentes, para arrojar en la terraza de una hermosa casa estilo republicano, (pero abandonada por sus dueños), el contenido de unas bolsas repletas de basura, mientras unos niños sacaban a mano limpia restos para venderlos y tener con que comprar la droga que un señor les vende a la luz del día como al cosa mas natural del mundo. A mi me dieron ganas de echarme a llorar.
En seguida se corrió la bola en el barrio sobre la invasión de indigentes. Las señoras de bien empezaron a rezarle a cualquier santo que se les viniera a la cabeza, para que san Sn Roque no se convirtiera en un muladar.
Recuerdo que como vivían cerca a la casona abandonada, se convirtieron en periodistas y, acuclilladas junto a un palo de mango, transmitían cada detalle a gritos, con las manos en la boca, a manera de bocina. –Ya trajeron el primer perro muerto –exclamaron y lo vienen a tirar acá.
Pero Samir Mezrahi, detrás de su aspecto engañosamente asustadizo, que se encerraba en su casa para huir de los extraños que llegaban al barrio, estaba hecho con la misma materia con que hicieron a su padre, un turco que tenia unos almacenes de tela y no tenía pelos en la lengua para denunciar las arbitrariedades que los gobernantes cometían cuando los enloquecía el poder. Los hombres de antes eran así.