jueves, 12 de abril de 2012

Crónica de un cineasta
UN “JUEGO” QUE COSTÓ MILLARES
DE VIDAS Y BILLONES DE DÓLARES.
“Una historia que amerita un juicio
Raúl Mestre
El pasado 4 de abril, o sea, mucho antes que empezara la “Cumbre de las Américas”, yo estaba a la entrada de uno de esos “teatros modernos” que hay en los nuevos centros comerciales de Cartagena, esperando “tiquete” para ver en formato 3D el re-estreno la película “El Titanic” que, como se sabe es magistralmente dirigida por James Cameron. De pronto, no sé de dónde salió “un señor” con una pañoleta sobre la cabeza y tras mirar para todos lados, me preguntó: ¿Al fin qué?, ¿Saddam Hussein tenía o no tenía armas de destrucción masiva?
¡Ve, la que me encontré, -pensé para y mis adentros- y le dije: “Esa respuesta la dio Joe Wilson, en la película “Juego de traiciones” (Fair Game) : “No había armas de destrucción masiva y el presidente George Bush, mintió para justificar su decisión de invadir Irak”.

Este hecho real, que hoy comento acá, a propósito de la “Cumbre de las Américas”, convierte a “Fair Game”, en una película que parece haber sido producida en los años 70, porque recrea ese episodio histórico con las dosis de emotividad e indignación que una historia como ésta amerita. Es una película que nos recuerda esa entrañable década de Hollywood en que “los thrillers políticos” tenían directores solventes, guiones inteligentes, y buenos actores. Fair Game (Juego de traiciones) señala “con nombres y apellidos” a los responsables de una aventura bélica sin sustento que ha costado millares de vidas y billones de dólares.
Buena parte del éxito de la cinta radica en las magnificas actuaciones de Naomi Watts y Sean Penn como los esposos Wilson. Ella hace de la agente de la CIA un personaje completamente verosímil, con esa combinación de “mosquita muerta” y “nerd obsesiva” que debe tener una buena espía. Y Mr. Penn, entre tanto, encontró la horma de sus zapatos. Al fin se topó con un personaje al que le vienen bien “su ceño fruncido, sus rabietas operáticas y su indómito mechón” o sea: un ex embajador gringo acusado e indignado.
Ahora, repito, ni siquiera por “La Cumbre de las Américas” hay posibilidad de una buena película con algún ingrediente político y pensar que Cartagena fue una ciudad donde se rodaron grandes producciones hollywoodenses y europeas y sus escenarios coloniales como las plazas de la Aduana y de Los Coches sirvieron de telón de fondo de las películas “Quemada”, con Marlon Brando, “La misión”, que fue protagonizada por Robert de Niro y Jeremy Irons. Acerca de Brando, hay una anécdota que ya pertenece a las leyendas urbanas de Cartagena, dicen que se encerraba en una casa de Bocagrande a fumar marihuana con un pelao. En Cartagena, el alemán Werner Herzog, rodó “Cobra verde”, con el atormentado actor Klaus Kinski, padre de Nastassja Kinski. En la ciudad todo el mundo recuerda, como si hubiera sido ayer, que Kinski en un ataque de ira le propinó una bofetada a su director Herzog, ante la mirada atónita de decenas de personas. Y cuando Kinski pretendía gritar al resto de los actores, Klaus Kinski se encontró con un grandulón que se defendió con furia y en un tono de voz más alto le dijo:. “A mí no me gritas”, lo amenazó. Era Salvo Basile, quien ya llevaba unos cuantos años en Cartagena y hasta ahí le llegó la bravura.

En una ocasión, el actor Santiago García, quien aprendió rápidamente la estrategia de Basile, se enfrentó a Kinski cuando pretendía quitarle el cupo en un avión que viajaba a Bogotá. “Vea, gran hijode”, le dijo. “A mí no me lo va a quitar porque yo tengo que volar a Bogotá a trabajar, y usted no tiene nada que hacer allá. Y si cree que usted está loco, pues yo estoy peor”. Cartagena ha sido escenario de más de cincuenta películas y de series de televisión extranjeras como “Nostramus”, con Collin Firth, ganador del Oscar por la cinta “El discurso del Rey”. Por todo eso es que la capital de Bolívar es un escenario perfecto para todo tipo de películas, lastima que haya tantas trabas burocráticas y tantos papeleos dispendiosos para filmar en Cartagena, donde hay que pagar hasta un impuesto a los bomberos por utilizar las plazas y callejuelas llenas de balcones. ¿Será que alguien pensó en este tema en la Cumbre de las Américas?