¡ÉDGAR ALLAN POE, Y SU OBSESIÓN
POR “EL TERROR” Y LO TENEBROSO!
* Solía dormir junto a la tumba de su esposa
Raúl Mestre
Muchos lectores de “Crónica Roja” son de alguna manera fanaticos de Édgar Allan Poe, el autor de 'Los crímenes de la calle Morgue', 'La máscara de la muerte roja ''La caída de la casa Usher', en fin, 'Leonora', 'El cuervo' 'El gato negro', asi como lo fui yo, que cuando pelao me sentaba en el suelo, junto a el viejo que alguilaba las novelas alla en una esquina del mercado publico a esperar mi turno para leerlas antes que que pasara el bus de las seis averiguando por qué Poe, murió cuando solo tenía 40 años.
Las hipótesis sobre su muerte incluyen el suicidio, el asesinato, enfermedades como el cólera, la rabia, y hasta la sífilis. Se cree que Poe, sufría de cierta predisposición a la demencia, y de ahí su obsesión por lo tenebroso.
Édgar Allan Poe, nació en Boston el 19 de enero de 1809. Tenía un año cuando su padre abandonó la familia, dejándola en grave situación económica, y su madre murió de tuberculosis sin haber recibido atención médica.
El pequeño fue adoptado por una familia de Richmond, Virginia, que no tenía hijos. Aunque todo mundo sabía que Édgar era hijo de padres pertenecientes al mundo del teatro, se le consideraba como el único heredero de un hombre rico.
Había estudiado en Inglaterra, tenía muchos amigos, vestía los mejores trajes y llegó a destacarse como un gran deportista, sobre todo en natación. Un compañero de universidad recordaba que Édgar era excitable e intranquilo, melancólico y taciturno y que en alguna ocasión le dio por dibujar con carboncillo figuras fantásticas y grotescas en las paredes de su habitación. "Lo había hecho con una habilidad tal que a veces poníamos en duda si sería pintor o escritor".
Fue en ese recinto académico donde Poe, a los 17 años, probó el alcohol, lo que luego lo llevaría a la perdición. Aunque "no podía tomarse más de un vaso, este era suficiente para poner toda su sensible naturaleza en un estado de excitación que le hacía prorrumpir en palabras fascinantes y entusiásticas que encantaban a los oyentes como cantos de sirena".
Cuando John Allan lo puso contra la pared, conminándolo a hacer lo que él ordenaba o a irse, Poe no midió las consecuencias de su rebeldía y tuvo que abandonar la amplia y lujosa casa que añoraría por siempre y que aparecería en muchos de sus relatos. Ilusionado con ser reconocido como un lírico genial arriesgó el poco dinero que tenía en costear la impresión de su primer libro: 'Tamerlán” y otros poemas', en una edición reducida y firmada tan sólo por un "bostoniano".
Cuando su segunda publicación vio la luz, Poe habitaba en Baltimore, en una buhardilla donde dormía y escribía de día y de noche a la luz de una vela,
Edgard Allan Poe, alcanza su máximo esplendor en 'El cuervo', cuya rima y cadencia encantó incluso a gente que no tenía oído y que le dio popularidad, aunque sólo recibió 14 dólares sufrió una profunda depresión que quiso apaciguar embriagándose y consumiendo láudano. Creyó haber vencido la soledad cuando logró que su tía diese consentimiento para que se casase con su prima Virginia, que para entonces tenía tan sólo 14 años.
Nunca se supo si esta extraña unión se consumó, ya que Poe siempre vio a las mujeres como seres inocentes, etéreos, incorpóreos, fantasmales y, más allá de los tabúes sexuales de la época. No hay en su obra erotismo alguno.
Mientras Virginia moría, en la habitación de al lado no se recuperaría jamás de ese golpe. Se dice que solía dormir junto a la tumba de su esposa y no es extraño dada la enfermedad mental contra la que había luchado sin éxito. Los síntomas de esquizofrenia se evidenciaron una tarde en Filadelfia cuando irrumpió en el despacho de un viejo amigo pidiéndole protección y pensando en afeitarse el bigote para que no lo reconocieran, ya que pensaba que lo estaban persiguiendo para matarlo.
Poco después fue hallado en una calle de Baltimore, ebrio, con el cabello en desorden, desaliñado, con una ropa que no era suya. El médico que lo atendió dijo que cuando le trajeron estaba inconsciente, pálido y sudoroso. Después le sobrevino un temblor en los miembros y un delirio incesante en el que se dirigía a seres fantásticos e imaginarios que veía en la pared. Gritó que lo mejor que podían hacerle era meterle “una bala en la cabeza, para no seguir viendo su propia degradación”.