¿QUÉ  MERECEN LOS QUE  
ATRACARON  LA “TORCOROMA”?
“Que se pudran en los profundos infiernos” 
Raúl Mestre
El  robo  cometido  en la noche del  martes en la Iglesia Nuestra Señora de la Torcoroma, ubicada en la calle 84 con carrera 51B esquina,  no solo es “El caso de la Semana”, sino  el  hecho mas  indignante  en lo que va del año.  
A Dios gracias jamás escribo en  computador, (no porque sea “arcaico”),  sino  porque  esos aparatos son muy delicados  y , cuando uno  teclea con  rabia,-como ahora-  es mejor escribir   en  mi vieja  “Olivetti”.  Así puedo  clamar   la justicia  del  cielo.  
Me cuentan  que en la noche del  martes, exactamente cuando el sacerdote, iniciaba con su voz de barítono, el  Evangelio de San Marcos, unos muchachos desalmados  entraron a la casa de Dios, y justo cuando el padre explicaba  el método que había  utilizado  Jesús  para escoger a sus discípulos,   los intrusos amordazaron al vigilante, y sin ninguna compasión,  “barrieron” con  las pertenencias de   los creyentes, (arrasaron con  cadenas, carteras, anillos, relojes,  computadores, en fin)  y  hurtaron los  elementos religiosos que  consideraron de mas  valor. 
Las autoridades una vez conocieron  el hecho,  prometieron,  como siempre,  que se adelantaría  una "investigación exhaustiva"  con el fin de capturar a los atracadores. ¿Investigación exhaustiva?  ¡Exclamó sorprendida  una señora a quien uno de los ladrones le robó una medalla que tenía  desde hacía 60 años . “Si la investigación es tan  “exhaustiva”   como  la que hicieron para saber   quién asesinó a Luis Carlos Galán, desde ya sabemos que, obviamente,  esa investigación no llegara  a ninguna parte.  Otra señora  se le acercó al oído y le  dijo: ¡Ay mija! ¿Si a estas alturas no saben quien ordenó que mataran a Gaitán, ¿Ahora van a saber quienes  fueron los que  atracaron a la Torcoroma?
Los vecinos del  templo, o sea, los vigilantes, porteros, repartidores de comidas,  señalan que, “a las 11 de la noche (a esa hora era la misa)  cuando estábamos muy juiciosos rezando el padre nuestro,  llegaron más de seis sujetos  con unas caras de Diablos,   amararon al vigilante y  ahí mismo robaron elementos de la parroquia y las pertenencias de varios feligreses que se encontraban en el templo”. 
Como para estos casos la justicia de los hombres  no solo es ciega,  sorda, muda  y  medio parapléjica,   solo espero que la ira de Dios, caiga sobre los responsables de esa infamia, y les tenga reservada una paila en el infierno (un caldero mas grande y más caliente que el  que tenía el negro Adán para freír los chicharrones) y así   estos sinvergüenzas  prueben una cucharada de su propia medicina  y sepan lo que es  “Cañaña”
En últimas   creo que el  robo de la Torcoroma   es más horrendo que  esos espectaculares   asaltos donde  los bandidos se llevan  los cajeros  automáticos  “con cascara de patilla”,  y mas que los atracos que hacen “los del Mazda blanco”, incluso peores que  el cobro de los impuestos,  y  las palizas  contra los manifestantes de la Loma. 
Pero aquí, en Barranquilla, tierra del  bollo de yuca, del  “bololó”  y el   “merequetengue”, nadie se enfurece, nadie  va donde mi amigo Guillo Polo, para expresar su protesta, nadie abre la boca. ¡Nadie se inmuta!. Es que aquí   a nadie le duele nada.  ¿No ven que todos , después del atraco continúan  felices, como Nerón, tocando el arpa mientras Roma ardía?. 
A punto de terminar esta crónica,  alguien que estuvo en el lugar de los hechos, me cuenta  en voz baja,  así como con miedo, que  una vieja rezandera, que estaba en la parroquia  soñando con un Jesús que  caminaba a la orilla de un camino de Jordania, al ver que los ladrones huían, lanzó su cartera por los aires, se quitó los tacones y  salió del  templo  lanzándoles  todos los improperios que  se merecían: "Vayan a trabajar,  coscorrias,  pecuecas". 
Al escuchar aquello me quedé con la boca abierta,  pero  mas “lelo” quedé cuando esa persona me contó que   un pelao  que iba en una camioneta  roja,  (asi bonita como la de mi compadre) al ver a la anciana gritando como loca   en la mitad de la calle , se asomó por la ventana del vehículo , llenó de aire los pulmones, abrió la boca hasta donde pudo y, con toda la fuerza de su alma, le  gritó:-¡ Callese vieja sapa”!
