¡POR DEFENDER A MARIA EUGENIA,
ME PROPINARON UNA MUÑEQUERA!
*Después regresó con su bufanda de
seda
Raúl Mestre
Ha pasado mucho tiempo, desde aquella madrugada de enero, en que
una amiga me despertó a las tres de la
mañana, con medio vaso de whisky en
la mano, para contarme que
la situación económica y anímica de la gran actriz de la televisión
colombiana, María Eugenia Dávila, era
preocupante; “No trabajaba desde hace
mas de un año y esta a punto de ser desalojada de – La Fundación Casa para
el actor- lugar donde vive desde que tuvo los primeros problemas de
drogadicción”.
De manera que ayer, cuando en un vuelo
Copa donde igual venía Juan Carlos Zamora, quien hasta hace poco fue director
de la Cárcel Modelo, esta amiga volvió
a contarme que María Eugenia continuaba
con los problemas en el hígado y los pulmones, y que si yo la había visto le
dije que no pero prefería recordarla
como la última vez que la vi
recostada contra una roca en el parque Tayrona, viendo el mar
con el cabello mojado y recordando
con una sonrisa picara la
noche en que nos conocimos en una discoteca que estaba cerca del Hotel del Tequendama.
Yo también reí; porque nunca he olvidado que por culpa de ella,
esa noche unos cachacos me dieron una muñequera. Eran unos pelaos
de esos que en Barranquilla llamábamos
“camajanes” y se propasaron
con la artista y ella se levantó
de la silla, donde estaba mirándome con
esos ojos verdes que tampoco podré
olvidar nunca y con su acento
bogotano, se dirigió a uno de los
camajanes que se metió con ella y le preguntó: -¿Usted es muy macho, ala?
- Y sin esperar respuesta, agregó: “Yo
para “caspas” como ustedes, siempre ando
con este costeñito y me tomó por los dos
brazos, y me puso frente de los camajanes para que los enfrentara, mientras
ella desaparecía de la escena.
Aquella noche hice lo mejor que pude, tratando de defender con
decoro el honor de María Eugenia, pero salí escalabrado de la trifulca. ¡Los cachaquitos (unos pelaos
atléticos, me dieron hasta con el balde!
Mientras tanto María Eugenia, escondida detrás de una columna,
se reía a mandíbula batiente al ver que los cachacos me estaban jodiendo
y luego se evaporó y no volví
a saber de ella hasta un día en
que reapareció con su bufanda de seda en
una cafetería de la séptima, con la misma picardía de siempre, diciéndome: “Si
alguien hoy se mete conmigo, ya tengo quien me defienda”.
María Eugenia Dávila, es una
mujer ejemplar, un ser único en su
especie, una actriz irrepetible como dicen los grandes directores. ¡Había que
verla como Genoveva, la protagonista de
la Mala Hierba! O en aquellas actuaciones en
La abuela, Hato Canaguay, Nariño, Un ángel de la calle, La mala hierba, El
bazar de los idiotas, Tiempo de morir, Pero sigo siendo el Rey, Quieta
Margarita, Señora Isabel, entre otras producciones.