EL MUNDO SE DIVIDE EN ANTES
Y DEPUES DE “MAYO DEL 68”
¡Más de un millón de personas protestando por las principales calles de París!
Raúl Mestre
Hace poco después de haber escrito sobre “la Masacre en la plaza de Tlatelolco”, en México, toda la noche estuve recordando con nostalgia aquellos días de mayo del 68 cuando con menos de quince años salimos una madrugada del D.F. para París, y nos instalamos en una piececita chiquitica,(una buhardilla) en la Plaza Denfert-Rochereau, muy cerca de la ciudad universitaria, gritando: "Prohibido Prohibir", que era la consigna de “Danny, el Rojo”, ese estudiante que protestaba por la educación conservadora, la disciplina rígida y la situación política y social de Francia en aquellos años.
Mientras en “El Flore”, un célebre café del prestigioso barrio parisino de Saint-Germain-des-Près, un francés me esperaba sonriente porque ese momento los estudiantes colombianos éramos bien vistos en Europa. Un año antes, o sea, en junio de 1967 en las librerías del mundo, había aparecido la novela “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, la cual en pocos meses se convirtió en un best-seller mundial y tal vez por eso, en Saint-Germain-des-Prés, el barrio que mantiene ese encanto bohemio de la elite europea, ese amigo francés nos recibió en forma tan bacana, cuando llegamos a “la ciudad luz”.
Me acuerdo que el francés celebró con alborozo cuando le conté que “Colombia, era Macondo”, que en nuestro país la marcha estudiantil, no era para protestar por la mala calidad de la educación, como ocurría con el movimiento estudiantil francés de Mayo del 68, sino que acá marchábamos “porque sabíamos que una vez titulados no íbamos a conseguir empleo”
Repasé mentalmente el brindis que hicimos aquella noche del 13 de mayo del 68 cuando la histórica "revolución de los estudiantes " provocó una huelga general. La fábrica textil Rhodia, Air France, la SNCF (los ferrocarriles) todo se paralizó. ¡Hasta los correos y el transporte urbano! Imagínense más de un millón de personas desfilando por las principales calles de París! Y lo mejor del cuento fue que el inconformismo se extendió hasta Alemania, Bélgica, Inglaterra y, obviamente, eso influyó en América Latina.
No debemos olvidar que fue al grito de “haz el amor y no la guerra”, que surgió la ideología hippie. Los jóvenes participantes de “Mayo del 68” estaban hartos de la segregación racial, del machismo, de la intervención bélica de Estados Unidos y de todas las leyes y normas que se les imponía. Fue así como nació esa contracultura donde los valores que sobresalían era el amor a la libertad, a la naturaleza y a su espíritu.. Su aspecto descuidado, con su vestimenta de colores psicodélicos, sus cabellos largos y sus adornos tomados de la cultura africana, eran solo para distinguirse. Estaban hartos de tanta formalidad. Hartos de seguir un guión para mantener un diálogo. Hartos de seguir la rutina que les imponían los adultos. Una de las características de los cabellos largos, era su pasión por el medio ambiente. Algunos hippies, convencidos de la filosofía que predicaron, huyeron hacia bosques en las afueras, en donde fundaron comunas en las cuales su sistema político era el comunismo primitivo. Volvieron a sus raíces, sus refugios eran pequeñas casuchas de adobe, vivían de y para la naturaleza”. Estaban airados, incluso desesperados, pero eran gente culta e informada, que discutía y leía a los sociólogos, a los politólogos, a los filósofos. Jamás la filosofía había jugado un rol tan directo y determinante en los acontecimientos sociales e inspirado un movimiento social como en 1968. Allí sería aclamado Ernst Bloch, quien con más de setenta años, fue percibido como “uno de los nuestros” por la multitud veinteañera que se identificaba con el autor de “El espíritu de la utopía”. Igual que los filósofos franceses Jean Paul Sartre (“El ser y la nada”) y Simone de Beauvoir, esposa del anterior y teórica feminista (“El segundo sexo”) y manos anónimas escribían en los muros: “Cuando pienso en la revolución me entran ganas de hacer el amor”. De pronto cuando estaba en el “clímax” de aquel imaginario apasionante, un grito destemplado que viene de la cocina, me despierta ¡Raúl!: ¿Otra vez con las mismas locuras de hace 30 años?